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Cobán, Alta Verapaz, Guatemala
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jueves, 16 de febrero de 2012

UN HOMBRE ENAMORADO DE ALTA VERAPAZ

JUAN FRANCISCO MALDONADO BLANCO

La historia de Alta Verapaz, es fiel contenedora de la existencia de tantos hombres y mujeres valiosos que en su transitar por la vida, dieron lustre a esta tierra pródiga de gente de valía y es honroso poder rememorarlos como referencias valiosas de ciudadanos probos, dignos de imitarles en su identificación con su tierra y con su patria. Sin embargo, por razones del destino, tambien han llegado a la tierra de los q'eqchies, otros guatemaltecos originarios de otras latitudes del país; a derramar sus virtudes, sus cualidades y sus esfuerzos a favor del bien común de esta sociedad que los ha hecho meritorios vecinos.

Uno de esos casos, es el de JUAN FRANCISCO MALDONADO BLANCO -mi padre-, un hombre que desde la "Ciudad de los altos", Quetzaltenango, llegó a Cobán desempeñándose como ejecutivo de una de las primeras empresas de transporte pesado que se instaló en este rincón patrio, conocida como "Compañía de Transportes, S.A." (COMDETSA), en donde laboró por varios años para luego asumir la administración de la Fábrica de Costales "Magdalena", en ese entonces propiedad de empresarios dominicanos de apellidos Gadalla María, quienes tuvieron que retirarse por los problemas políticos suscitados en este país durante la década de los años 50's. Ante éstas circunstancia, posteriormente la fábrica se convirtió en un Beneficio de Café, que adoptó el mismo nombre y en donde mi padre nuevamente asumió la potestad administrativa sobre la misma y varios anexos ubicados en el interior del departamento. (Hoy el lugar lo ocupa un complejo comercial conocido como Plaza Magdalena).

Los muchos años que JUAN FRANCISCO MALDONADO BLANCO prestó sus servicios laborales en "Magdalena", le permitió servir a varios empresarios que uno a uno fueron apropiándose del complejo agrícola-comercial, tal el caso de: Miguel Torrebiarte Sohaninn, Luis Penedo, Carlos Daetz Villela y finalmente los Hermanos López (españoles), permaneciendo en su puesto hasta la extinción de la compañía.  Durante ese tiempo, mi padre se fue enamorando de esta tierra, gracias a que su labor le obligaba a recorrer Alta Verapaz visitando fincas en todos los municipios y a finqueros con quienes entabló relaciones comerciales que le valieron para volverse amigo de muchos de ellos.  Se involucró decididamente en las causas culturales, sociales, deportivas y políticas de la sociedad cobanera, lo que le permitió alcanzar meritoriamente un alto reconocimiento como ciudadano distinguido ya no de la lejana Xelajú, sino de la Imperial Ciudad de Carlos V.

Hoy, a veintisiete años de su partida a la presencia del Creador, su recuerdo es indeleble en muchos de sus amigos que aún viven y siguen siendo la mejor referencia humana para nosotros sus hijos (Fredy, Gladis, Danilo, Claudette y María del Rosario), a quienes nos procreó con mi madre, Inés Cordero Chávez, hoy viuda de Maldonado y hoy gozamos de una amplia pertenencia social, gracias a la brecha dejada por él, precisamente con esa finalidad.

Fue uno de los pioneros de la remodelación del Estadio Verapaz, perseverante colaborador en las causa de la Cruz Roja Guatemalteca y el Hospital Regional de Cobán, directivo de varios equipos de fútbol de ligas menores, directivo de muchos comités de feria de esta ciudad, incansable promotor cultural y efectivo promotor de la elevación comercial e introducción de nuevas tecnologías para el procesamiento del café, el cardamomo y la pimienta gorda y por supuesto, un padre ejemplar, dueño de una elevada cultura, de probada honorabilidad y responsabilidad laboral, de espíritu sencillo y sabiduría envidiable.  Además se identificaba fácilmente por su energía festiva y su facilidad para relacionarse con la juventud.

Fue gran amigo de todos los cobaneros con quienes se relacionó durante su existencia, porque para él "la amistad" era el mejor reflejo de su agradecimiento a esta tierra que le cobijó y le recibió con los brazos abiertos, tanto, que sus restos descansan en este suelo al que siempre prodigó amor y al que tomó como suyo propio.  Al final de sus años, cuando se le preguntaba por su origen, siempre respondía: "Nací en Quetzaltenango, pero en realidad mi corazón es cobanero".


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