Con relación a la verdad y realidad del Coronavirus, hay quienes todavía dudan de su existencia o, no. Otros aseguran que no es mortal y atribuyen la situación a aspectos políticos, mediáticos y de intereses mezquinos en los ámbitos de corrupción y todavía más, hay quienes se auto califican de inmortales.
Es lamentable ese tipo de egoistas actitudes que desafían a la misma naturaleza humana, frágil y limitada, sabiendo que el Covid-19 es una realidad latente que sigue matando gente útil, gente buena y humanos de aquellos que habiéndose cuidado con disciplina a lo largo de su vida, por la irresponsabilidad de otros también terminan como víctimas de este maléfico virus.
Pero esa irresponsabilidad tiene una dimensión mucho mayor que la que queremos ver o la que suponemos en la estrechez de nuestra mente, porque cuando un hijo muere, no sólo deja dolor moral y/o espiritual, sino quizá, pueda dejar sin atención y en el abandono, a sus padres posiblemente muy adultos o ancianos que deberán buscar, si pueden, como sobrevivir, deja a hijos pequeños igualmente en la disyuntiva de su futuro, deja un ambiente de soledad profundo e inconformidad en el alma de sus deudos por no haberlos podido siquiera despedir y quizás, quedar en el futuro como un XX del Covid-19 porque es difícil asegurar que frente a tantos muertos enterrados en una fosa común, lo hará imposible.
Por otro lado, estar desafiando a la suerte como ruleta rusa, cualquier posibilidad de contagio, lo puede convertir a uno en el arma letal que llevará a la tumba a sus propios padres, hijos y familiares que sin duda, tratan de cuidarse y que dejará, porque claro que dejará un cargo de consciencia muy profundo en su transitar futuro.
Si de momento esta bien y su familia también, es oportuno que ya abandone esas actitudes de rebeldía, de desafío, de burla a la realidad y de falsa inmortalidad, para que su entorno de vida y amor siga completo. Ni se burle de quienes le sugieren cumplir con los protocolos básicos que pueden ser sus salvavidas, no salga de casa si no es por necesidad de trabajo, de asistencia médica, de trámites ineludibles, etc., pero por recreación, por socializar para recibir halagos baratos o por cumplir "compromisos sociales", así, entre comillas o, porque el encierro lo ahoga, pues está en su derecho, pero por favor, no sea ingrato, inhumano e irresponsable con la vida de los demás. Bien dicen, cada quien es responsable de sus actos, pero sin actitudes de egolatría, de burda supremacía, de desequilibrado mental. El hecho de que gubernamentalmente, obedeciendo los intereses de los poderosos de la economia, hayan decidido liberar las restricciones, no significa que ya todo ha vuelto a una sana normalidad, más bien, han soltado la cadena para que la ciudadanía mire como le hace para salvaguardar por sus propios recursos, su vida y su familia. Pero eso nos llama a tener mucho tino y mucha capacidad de entender que nos han dejado en el centro de la pandemia ya por nuestra cuenta, porque en parte, nosotros mismos dimos esa oportunidad con nuestra desobediencia.
Escribo esto, porque me entristece mucho saber de la muerte de muchos de mis amigos, de personas valiosas a la sociedad, de gente que aún cuidándose con mucha disciplina, terminaron siendo víctimas de la irresponsabilidad de sus familiares y porque sigo confirmando la insistente irresponsabilidad de quienes no dimensionan el valor ni de su propia vida.
Gracias por leerme y hago mías las palabras de Jesucristo "Quien tenga oídos que escuche", traducido aquí como, "El que sepa leer que atienda".
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